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¿Objetivos de investigación?, tantos como se necesiten

La verdad sobre el número de objetivos específicos en investigación

Entre los numerosos mitos que circulan en el ámbito de la investigación, uno de los más extendidos es la creencia de que los objetivos específicos deben ser únicamente tres o cinco. Resulta interesante preguntarse de dónde surge esta suposición, pero más interesante aún es reflexionar sobre por qué muchos la consideran verdadera.

Una lógica básica evidencia que cualquier meta en la vida puede variar en complejidad y que, mientras algunas se alcanzan en dos o tres pasos, otras, por su naturaleza, requieren de un mayor número de etapas, ¿por qué habría de ser diferente en la investigación?

La investigación es, sin duda, una de las actividades más complejas que el ser humano puede emprender. Por razones prácticas y organizativas, suele dividirse en etapas representadas por los objetivos específicos, los cuales permiten avanzar de forma progresiva hacia la generación del conocimiento necesario para responder a la interrogante planteada. Es fundamental entender que los caminos hacia el conocimiento no son uniformes. De hecho, este proceso se fundamenta en al menos diez procesos cognitivos distintos, como explorar, describir, comparar, analizar, explicar, predecir, proyectar, interactuar, confirmar y evaluar. Estos procesos, ordenados por su complejidad, se contienen y se interrelacionan unos a otros.

Además, no todas las investigaciones son de diseño univariable, por el contrario, algunas deben abordar múltiples eventos, estudiar dichos eventos en diferentes contextos o analizar datos de más de una unidad de estudio. Al considerar estos factores, queda claro que el número de objetivos específicos puede variar significativamente según las particularidades de cada investigación.

El criterio para determinar los objetivos específicos debe basarse en el punto de partida del conocimiento disponible y en las etapas necesarias para alcanzar el objetivo general. Por ejemplo, una investigación que comienza con descripciones básicas y tiene como meta evaluar, deberá incluir descripciones, comparaciones, explicaciones y proyecciones, entre otros pasos. En contraste, una investigación evaluativa sobre un programa ya implementado podría requerir menos etapas y, por ende, menos objetivos específicos.

El problema surge cuando, por apego a mitos, se limita arbitrariamente el número de objetivos específicos. Esto puede llevar a omitir etapas cruciales, mezclar procesos cognitivos de distinta naturaleza o combinar varios estadios en un solo objetivo, lo que compromete seriamente la calidad de la investigación.

Una investigación rigurosa exige claridad y coherencia en sus objetivos específicos, ya que son elementos nucleares del proceso investigativo. Su correcta formulación es un desafío que demanda una clara formación metodológica.

Si se desea avanzar en una investigación de manera coherente y sin estrés, es momento de dejar atrás este mito. Plantee los objetivos necesarios de forma clara y suficiente, sin temer incluir más de cinco objetivos en caso de que la naturaleza de su investigación lo requiera. Recuerde que la factibilidad se puede garantizar a través de estrategias adecuadas, pero nunca a costa de sacrificar las etapas necesarias para alcanzar el objetivo general.

Finalmente, se sabe que los mitos, aunque importantes y encantadores en la literatura, no tienen cabida en la ciencia. En lugar de ayudar, obstaculizan el camino hacia el conocimiento. Así lo entendieron los griegos y, como herederos de esa cultura, no está de más seguir honrando ese camino.

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