Iniciar un programa de postgrado es, para muchos, embarcarse en una odisea repleta de expectativas y realidades a menudo dispares. El episodio que hoy se presenta no se reserva ninguna verdad al exponer uno de los retos más intimidantes que enfrentan los estudiantes al iniciar un programa de postgrado: la presunción de competencia en investigación. Angélica, nuestra protagonista, muestra la vivencia de muchos estudiantes que llegan a este nivel académico con la convicción de que su formación previa los ha preparado suficientemente para asumir el reto de una investigación, pero descubren que navegan en aguas mucho más turbias y desconocidas de lo que esperaban. Por otra parte, es no solo eso, el otro asunto, que tienen que confrontar, es que los profesores que los van a acompañar en ese programa de postgrado, también tienen esa presunción, y asumen que los estudiantes que ingresan ya saben investigar.
Este desafío, como lo revela la conversación entre Angélica y la psicóloga e investigadora Jacqueline Hurtado de Barrera, radica en la transición abrupta entre el énfasis teórico de la licenciatura y la aplicación práctica y rigurosa de la investigación en postgrado. Los programas de pregrado a menudo no abordan con la profundidad necesaria las habilidades de investigación, y dejan a los estudiantes en una especie de limbo académico cuando se enfrentan a la planificación y ejecución de un trabajo de investigación.
Vista esta situación, es importante resaltar que la investigación es un proceso complejo, que requiere de diversas competencias, no solo cognitivas, sino sociales y personales. Muchas de estas competencias no tienen que ver con la formación metodológica estrictamente, y deberían adquirirse en las primeras etapas de la educación, pero al no ser así, la persona que ingresa al postgrado debe actualizar, en unos pocos meses, competencias que debió haber adquirido a lo largo de por lo menos 20 años.
A través de esta lente, el episodio pone en perspectiva la ‘crisis de la competencia’ que emerge en la posgrado: estudiantes brillantes se ven a sí mismos como inexpertos navegantes en el mar de la metodología y la estadística, disciplinas que son cruciales para la culminación exitosa de sus estudios. Esta situación podría ser llevadera, si por lo menos los profesores a cargo de guiar los procesos de investigación tomaran conciencia de los vacíos que traen los estudiantes, y les proporcionaran un acompañamiento más cercano en los procesos de investigación. Pero aquí aparece otro problema, que no se toca directamente en el episodio, pero que está implícito: ¿tienen los profesores la preparación metodológica y didáctica para llevar a cabo ese acompañamiento?
Además, el episodio ilumina una cuestión fundamental: ¿Están los programas de posgrado adecuadamente diseñados para construir sobre la base educativa con la ingresan los estudiantes?, ¿o simplemente esperan que éstos se ajusten sin más a las exigencias de una investigación de alto nivel? Estas preguntas retumban en las experiencias compartidas, y resaltan un desfase entre las expectativas académicas, la preparación real, y la necesidad de un proceso educativo más integrador y menos presuntivo.
El episodio despliega una narrativa reveladora alrededor de Angélica, que como estudiante de posgrado enfrenta lo que se podría llamar una crisis de transición: el paso de un ambiente de aprendizaje estructurado y teórico a uno que demanda autonomía y aplicación práctica. Este choque no es único de su experiencia; es el reflejo de un problema más amplio y sistémico en la educación superior -y de los anteriores niveles educativos-: La investigación se ve como un contenido, un tema a enseñar, y no como un proceso complejo que se debe incorporar progresivamente porque implica adquisición de habilidades, como la búsqueda de información, el uso de referencias, la observación, la formulación de preguntas…, y de cualidades personales como la disciplina, la asertividad, la autoconfianza, la tenacidad….
El sistema educativo actual, que moldea a los estudiantes de posgrado, no siempre proporciona el andamiaje necesario para desarrollar competencias de investigación sólidas desde el pregrado. Esta carencia estructural puede conducir a una sensación de incompetencia y desorientación, y afectar la confianza y la motivación del estudiante.
Estrategias de empoderamiento estudiantil: construyendo puentes hacia la autonomía investigativa
El capítulo en cuestión se desarrolla en un diálogo constructivo, y ofrece soluciones concretas para estudiantes que, como Angélica, se encuentran en la encrucijada de involucrarse en la práctica investigativa sin las bases necesarias. El empoderamiento del estudiante no es una meta inalcanzable; es más bien un proceso que requiere de estrategias específicas y orientadas a la acción. Algunas de estas estrategias son:
- Mentoría proactiva y continua:
Una de las recomendaciones resaltadas es la importancia de la mentoría. Los estudiantes deben buscar activamente mentores que puedan guiarlos a través del laberinto metodológico. Este acompañamiento no solo se debe enfocar en lo académico, sino también en lo emocional y práctico. Por su parte, las instituciones deberían implementar programas de mentoría adaptados a las necesidades e intereses de cada grupo de estudiantes.
- Seminarios de habilidades investigativas:
Otra sugerencia puntual es la participación en seminarios y talleres que desarrollen habilidades de investigación. Esto incluiría desde la formulación de preguntas de investigación hasta la recopilación y análisis de datos. Estos talleres también pueden ser una plataforma para el aprendizaje colaborativo y el intercambio de conocimientos entre compañeros.
- Integración de la investigación al pregrado:
El podcast también subraya la necesidad de que las universidades integren experiencias de investigación reales desde los primeros años de la carrera. Estas pueden tomar la forma de proyectos de clase, colaboraciones con profesores en investigaciones en curso o pasantías de investigación. Estas experiencias tempranas pueden aliviar la transición al trabajo de investigación más independiente y riguroso de los estudios de posgrado.
- Desarrollo de una comunidad académica de apoyo:
Crear o unirse a grupos de estudio o redes de investigación puede ser fundamental. Estas comunidades no solo ofrecen soporte y consejo, sino que también pueden actuar como redes de seguridad emocional, donde los estudiantes pueden compartir sus preocupaciones y triunfos, y recibir orientación precisa acerca de cómo superar ciertas situaciones.
- Utilización de recursos en línea y redes sociales:
Aprovechar los recursos en línea para la autoeducación y la ampliación de conocimientos en metodología de investigación específicas es clave, siempre con un sentido de rigurosidad y criterios de selección.
- Fomento de la autocrítica y la autoevaluación:
Es importante que los estudiantes adopten prácticas de autocrítica constructiva y autoevaluación regular. Establecer objetivos claros, revisar constantemente el progreso y estar dispuestos a ajustar los métodos de estudio y de investigación en función de los resultados obtenidos.
- Espacios de diálogo interdisciplinario:
Participar en foros interdisciplinarios puede ofrecer nuevas perspectivas y métodos que enriquecen el propio trabajo de investigación. Estas interacciones pueden llevar a colaboraciones fructíferas y a la ampliación de horizontes académicos. Además, conocer lo que han hecho otros investigadores para lograr trabajos exitosos puede aclarar mucho el camino.
Cerramos con un mensaje de resiliencia y auto-eficacia. Este episodio no solo proporciona una comprensión profunda de las deficiencias en la educación de postgrado, sino que también inspira a los estudiantes a superar estos obstáculos. Se extiende una invitación abierta a todos los tesistas e investigadores para que participen en este diálogo continuo y se beneficien de las experiencias compartidas en el podcast «No me hables de la tesis».
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